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Icono La Nieve La Nieve – El bombardeo del 16 de junio, metáfora de la ceniza

Imagen del bombardeo del 16 de junio de 1955

El 16 de junio de 1955 la Marina de Guerra argentina bombardeó Plaza de Mayo con la intención de asesinar al entonces presidente Juan Domingo Perón y derrocar su gobierno.

El ataque se realizó en pleno día, cuando la plaza estaba llena de civiles, trabajadores, familias, chicos de escuela.

  • Murieron más de 300 personas.
  • Hubo miles de heridos.
  • Muchos cuerpos nunca fueron identificados.
  • Fue el primer ataque aéreo masivo contra civiles en la historia del país.

Después del bombardeo, una lluvia de cenizas y polvo cubrió Buenos Aires. Muchos testigos recuerdan la imagen de una ciudad gris, muda, cubierta de restos quemados. Oesterheld (autor de El Eternauta) vivió este hecho, y es muy probable que esa experiencia haya influido directamente en la construcción de la nieve como metáfora del terror inesperado, que cae desde el cielo y arrasa todo. La nieve del Eternauta no es natural: es artificial, lanzada como parte de un plan de exterminio. Así también fueron las bombas en el centro de la ciudad: no fueron parte de una guerra abierta, sino un ataque desde adentro del propio país.

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Icono Los Mano Los Mano – La complicidad civil durante la dictadura

Imagen representativa de Los Mano

Durante la última dictadura militar en Argentina (1976–1983), no todo el aparato represivo se sostuvo solo con fusiles y uniformes. Fue posible también gracias a una red de apoyos, silencios y complicidades civiles. Personas que, por miedo, desinformación o conveniencia, colaboraron o legitimaron el accionar represivo, aunque no empuñaran armas ni participaran directamente de la violencia.

¿Quiénes son “Los Mano” en El Eternauta?

En la historieta, Los Mano son una especie alienígena esclavizada, que obedece a los Ellos y ejecuta órdenes sin cuestionar.

Tienen capacidades físicas y tecnológicas, pero no autonomía. Parecen víctimas, pero a la vez ejercen un poder directo sobre otros, porque “solo obedecen”. Esa ambigüedad los convierte en un símbolo de quienes colaboraron con la dictadura sin asumir responsabilidad directa.

Los Mano pueden representar:

  • Funcionarios civiles, jueces, fiscales y policías que aplicaron leyes injustas o hicieron la vista gorda.
  • Empresarios que entregaron listas de trabajadores y sindicalistas a los militares.
  • Periodistas y medios que difundieron versiones falsas o justificaron la represión.
  • Vecinos, familiares o docentes que denunciaron a militantes o guardaron silencio.
  • Personas comunes que eligieron no saber, no preguntar, no actuar.
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Icono Los Cascarudos Los Cascarudos – Los ejecutores del terror en la dictadura

Imagen representativa de Los Cascarudos

Los Cascarudos representan de forma directa a las fuerzas represivas de la dictadura militar: militares, policías, gendarmes, prefectos y grupos parapoliciales que cumplieron con el llamado “Proceso de Reorganización Nacional”.

Los Cascarudos son quienes ejecutan el plan de exterminio:

  • Patrullan las calles.
  • Persiguen a los que intentan escapar.
  • Destruyen sin preguntar.
  • Cumplen órdenes de otros, pero con violencia directa.

Durante la dictadura argentina, estos roles fueron cumplidos por:

  • Fuerzas Armadas: Ejército, Marina, Aeronáutica.
  • Fuerzas de seguridad: Policía Federal, Bonaerense, Gendarmería.
  • Grupos parapoliciales: que ya señalaba, amenazaba y asesinaba opositores.
  • Tareas de “inteligencia”: que incluían seguimientos, secuestros y torturas.

Los Cascarudos no son los que diseñan el plan, ni los que se benefician directamente de él. Pero son los que lo hacen posible, quienes llevan a cabo el terror con sus propias manos. Durante la dictadura:

  • Irrumpían en casas.
  • Secuestraban de noche.
  • Trasladaban personas a centros clandestinos.
  • Torturaban y mataban.

Fueron la cara visible del horror.

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Icono La Radio La Radio – Silencio, censura y desinformación en la dictadura

Imagen representativa de La Radio

Después del golpe militar de 1955, y especialmente durante la dictadura de 1976, los medios de comunicación fueron intervenidos, censurados o directamente clausurados.

  • Las radios, canales de televisión y diarios pasaban comunicados oficiales redactados por los militares.
  • Palabras como “desaparecidos”, “tortura” o “detención ilegal” estaban prohibidas.
  • Se difundían noticias falsas, se escondían crímenes, se instalaba miedo.

Esto provocó que muchas personas no supieran realmente lo que ocurría, o creyeran versiones tergiversadas de la realidad.

El silencio como herramienta de control

Cuando se interrumpe la información, se interrumpe también la posibilidad de organizarse. Si no sabés lo que pasa, no sabés cómo defenderte. Durante la dictadura:

  • Las radios se convirtieron en portavoces del régimen.
  • Se evitaban temas políticos, sociales, sindicales.
  • Muchos comunicadores fueron censurados, amenazados o desaparecidos.
  • Escuchar una radio extranjera o leer panfletos alternativos podía costar la vida.

Se crearon redes barriales, espacios culturales clandestinos, boletines alternativos, radios comunitarias. Así, frente a la radio que callaba, surgió la palabra popular que resistía.

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Icono La Casa La Casa – Resistencia desde lo cotidiano en tiempos de terror

Imagen representativa de La Casa

Durante el terrorismo de Estado, el espacio público fue controlado, militarizado y vigilado:

  • Circular sin documentos podía llevar a una detención arbitraria.
  • Reunirse en la vía pública era sospechoso.
  • Ir a una marcha, participar de un taller o simplemente caminar por ciertos barrios podía significar nunca volver.

Las patrullas, los operativos, los secuestros nocturnos y la vigilancia con listas de “sospechosos” rompieron la vida social al aire libre.

Las casas dejaron de ser “lo privado” para convertirse en lugares de resistencia silenciosa, cotidiana, organizada.

La dictadura también intentó invadir lo íntimo: perseguía lo que se decía en la mesa, en la escuela, en las relaciones familiares. Por eso, defender la casa era también defender la palabra, la memoria, la verdad. Como en El Eternauta, donde la casa protege del caos exterior, en la vida real fue un espacio donde se mantuvo viva la humanidad, la esperanza, el pensamiento crítico.

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Icono Favalli Favalli – El pensamiento crítico bajo amenaza

Imagen representativa de Favalli

Para la dictadura, el pensamiento independiente era peligroso. Por eso:

  • Se intervino la universidad pública.
  • Se prohibieron contenidos en escuelas y libros en bibliotecas.
  • Se persiguió a docentes que enseñaban historia, política, filosofía o ciencias sociales.
  • Se despidió a profesores por su militancia o por “formar cabezas subversivas”.
  • Se allanaron colegios secundarios y universidades.
  • Se secuestraron y desaparecieron estudiantes, docentes, investigadores, bibliotecarios.

La Noche de los Lápices, en 1976, un grupo de estudiantes secundarios fue secuestrado y torturado por reclamar el boleto estudiantil. La dictadura le temía a la juventud organizada y pensante.

Favalli representa a quienes acompañaron a esa juventud y defendieron la enseñanza crítica como herramienta para pensar un país más justo.

El régimen buscó imponer el pensamiento único, acrítico, obediente. En ese contexto, enseñar a razonar, cuestionar o debatir era una forma concreta de resistencia.

Favalli, con su conocimiento científico, demuestra que pensar no es neutral: puede ser un acto profundamente político.

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Icono Juan Salvo Juan Salvo – El pueblo argentino que resiste

Imagen de Juan Salvo

Durante la dictadura, la represión no solo cayó sobre líderes políticos o militantes visibles. También se persiguió y desapareció a trabajadores, vecinos, docentes, estudiantes, padres y madres. Gente que vivía con lo justo, pero que:

  • No entregó a sus compañeros.
  • Acompañó a quienes eran perseguidos.
  • Guardó libros, mensajes, testimonios.
  • Se organizó en fábricas, escuelas, clubes y parroquias.

Juan Salvo representa a ese pueblo organizado y silencioso, que se mantuvo humano en medio del horror.

El viaje de Juan Salvo termina con su desaparición. Su destino es incierto, pero nunca se rinde. En ese sentido, es una imagen de los 30.000 desaparecidos, pero también de todos los que sobrevivieron resistiendo, aunque no pudieran hablar o denunciar.

Juan Salvo no es un símbolo abstracto. Es el vecino de al lado, el obrero de la fábrica, el padre que cuida, el que organiza a sus amigos, el que duda pero actúa, el que escucha y se involucra. Esa es la fuerza del pueblo argentino: su humanidad colectiva.

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Icono El Traje El traje – Autodefensa popular en tiempos de estado de sitio

Imagen representativa de El Traje

Durante la última dictadura cívico-militar en Argentina (1976–1983), el país vivió bajo un estado de sitio permanente. Esto significó la suspensión de derechos y libertades básicas: el Estado podía allanar, detener, censurar y perseguir sin dar explicaciones ni pasar por la justicia.

Bajo ese régimen, cualquier ciudadano podía ser considerado peligroso. La dictadura instaló la figura del “subversivo” como una amenaza interna, ambigua, sin rostro: bastaba con leer ciertos libros, asistir a una reunión barrial o militar en un centro de estudiantes para ser perseguido, secuestrado o desaparecido.

El estado de sitio transformó al aparato estatal en una estructura de control y vigilancia. En lugar de garantizar la seguridad de la población, el Estado se convirtió en una amenaza para su propio pueblo. La censura, los allanamientos, las detenciones arbitrarias y las desapariciones marcaron la vida cotidiana. Las calles se vaciaron, el miedo se volvió norma.

La autodefensa desde lo cotidiano

Frente al terror oficial, surgieron formas de resistencia silenciosa y popular. En barrios, fábricas, escuelas y casas particulares, las personas tejieron redes de solidaridad para cuidarse y resistir:

  • Se daban alertas entre vecinos si llegaban patrulleros.
  • Se escondían libros, listas, volantes, casetes.
  • Se reunían bajo excusas sociales.
  • Se generaban códigos y señales.
  • Se confeccionaban estrategias de protección colectiva con lo disponible.

No era una resistencia armada: era una autodefensa desde lo cotidiano, con ingenio, organización y cuidado mutuo.

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